ILUSTRACIÓN PROPIA:
*Crítica en castellano al final del presente texto.
Retorno ao pasado é un dos cumios da
carreira do franco-norteamericano Tourneur. Realizador prolífico e destacado que ben merece ser reivindicado neste eido coma un dos grandes.
Abrollaría con A
muller pantera (1942), á que ían seguir dous notábeis e tamén terroríficos
filmes: O home leopardo (1943) e
Eu andei cun zombi (1943). Na postreira traxectoria, alén do terror e o fantástico, onde a magnífica A noite do demo (1957) será outro bo expoñente da súa querencia polo xénero, ha destacar coas aventuras, western ou cinema negro.
A respecto deste último é Retorno ao pasado protagonista. Unha das películas non xa máis importantes da súa filmografía, senón do cine de xénero e, por que non, do cinema en xeral.
Jeff Bailey (Robert Mitchum) pasa os seus días na tranquila e afastada Bridgeport (California), onde tenta esquecer o pasado levando unha vida decente. Bailey é en realidade Jeff Markham, ex detective privado. Un tipo duro acostumado a patear rúas, frecuentar garitos e relacionarse con todo tipo de xente nun traballo que forza, de telos (e el os ten), a falla de escrúpulos.
Jeff Bailey (Robert Mitchum) pasa os seus días na tranquila e afastada Bridgeport (California), onde tenta esquecer o pasado levando unha vida decente. Bailey é en realidade Jeff Markham, ex detective privado. Un tipo duro acostumado a patear rúas, frecuentar garitos e relacionarse con todo tipo de xente nun traballo que forza, de telos (e el os ten), a falla de escrúpulos.
Un día a súa antiga vida halle petar na porta a un Bailey obrigado a poñer de novo o chapeu e a gabardina de Markham. Confesaralle á moza o que facía antes de se coñeceren e marchará coa comprensión desta, unha namorada e candorosa Ann Miller (Virginia Huston).
A partir dese intre os pitos, favorecendo co seu fume ubícuo as atmosferas turbias e románticas dos noir, serán o único amigo fiel ao que recorrer nese mundo. A excepción humana encarnaraa un taxista servizal. Seica os taxistas adoitan ser boa xente neste tipo de cinema. Véxase aquel de A senda tenebrosa (1947).
O responsable de forzar a volta de Markham ao barro é Whit Sterling (Kirk Douglas). Procurar e traer a Kathie Moffat (Jane Greer), fugada con corenta dos grandes, será o seu encargo. A personaxe de Douglas, actor sempre sobresaínte, non goza de excesivos minutos en pantalla, secasí, proxecta unha meritoria e alongada sombra que sentimos con forza inda cando non está na mesma.
Markham atopará á Moffat e ficará namorado. Mesmo cando o manipule de xeito continuado non ha ser quen de repeler o seu encanto. Ningún home do filme consegue facelo. Sen dúbida unha das mellores muller fatal que lembro nisto do cinema negro. Tan fermosa coma perversa. Podería asasinarte mentres xura non estalo a facer.
Chegados a este punto xorde unha rica e interpretable ambigüidade sobre os verdadeiros desexos de Markham:
- Sabemos que ten principios e que desexa unha vida lonxe de leas ao carón de Ann. Sabemos que, no desenlace, engana a esta polo seu ben. Negar amor por ela sería difícil.
- Mais tamén ollamos como ese mundo escuro é aquel ao que semella pertencer e no que mellor se desenvolve. Un, cheo de magnéticas Moffats, que ha conducilo á fatalidade máis doce e amarga de maneira consciente. Negar o amor que sinte por Kathie é igualmente complexo.
A diferenza pode que radique no tipo de amor que sinte por cada unha delas. O primeiro é un derivado da pureza e a bondade. O segundo é visceral e intenso. Pode que cinco minutos con Kathie Moffat valgan máis que unha vida con Ann Miller. Quen sabe...
Esteticamente pode dicirse que os claroscuros, contrapicados e outros elementos propios do xénero definen a súa forma. Contrapunto menos cotiá é o que outorgan os frecuentes entornos abertos e luminosos de Bridgeport e arredores. Parte dun todo metafórico que, do mesmo xeito que ocorre coa figura feminina de Ann, funciona coma promesa utópica de vida estable.
Supoño que no fondo Markham sempre soubo que nunca sería un Bailey.
CRÍTICA EN CASTELLANO:
ILUSTRACIÓN PROPIA:
Retorno al pasado es una de las cimas de la carrera del franco-norteamericano Tourneur. Director prolífico y destacado que bien merece ser reivindicado siempre como uno de los grandes.
Destacaría con La mujer pantera (1942), a la que seguirían dos notables y también terroríficos filmes: El hombre leopardo (1943) y Yo anduve con un zombie (1943). Posteriormente, además del terror y el fantástico, donde la magnífica La noche del demonio (1957) representará otro buen ejemplo de su querencia por el género, destacará con las aventuras, western o cine negro.
Destacaría con La mujer pantera (1942), a la que seguirían dos notables y también terroríficos filmes: El hombre leopardo (1943) y Yo anduve con un zombie (1943). Posteriormente, además del terror y el fantástico, donde la magnífica La noche del demonio (1957) representará otro buen ejemplo de su querencia por el género, destacará con las aventuras, western o cine negro.
A respecto de este último es Retorno al pasado protagonista. Una de las películas no ya más importante en su filmografía, sino del cine de género y, por qué no, del cine en general.
Jeff Bailey (Robert Mitchum) pasa sus días en la tranquila y alejada Bridgeport (California), donde intenta olvidar el pasado llevando una vida decente. Bailey es en realidad Jeff Markham, ex detective privado. Un tipo duro acostumbrado a patear las calles, frecuentar garitos y relacionarse con todo tipo de gente en un trabajo que fuerza, de tenerlos (y él los tiene), la falta de escrúpulos.
Un día ha llamar a su puerta su antigua vida. Bailay se verá obligado entonces a poner de nuevo el sombrero y la gabardina de Markham. Le confesará a su novia lo que hacía antes de conocerla y partirá con la comprensión de ésta, una enamorada y candorosa Ann Miller (Virginia Huston).
A partir de ahí los pitillos, favoreciendo con su humo ubícuo las atmósferas turbias y románticas de los noir, serán el único amigo fiel al que recurrir. La excepción humana vendrá encarnada por un servicial taxista. Parece que los taxistas acostumbran a ser buena gente en este tipo de cine. Véase aquel de La senda tenebrosa (1947).
El responsable de forzar la vuelta de Markham al barro es Whit Sterling (Kirk Douglas). Encontrar y traer a Kathie Moffat (Jane Greer), fugada con cuarenta de los grandes, será su encargo. El personaje de Douglas, actor siempre sobresaliente, no goza de excesivos minutos en pantalla, pese a todo, proyecta una meritoria y alargada sombra que sentimos con fuerza aún cuando no está en la misma.
Markham dará con Moffat y caerá enamorado. Mismo cuando lo manipule de forma continuada será incapaz de repeler su encanto. Ningún hombre de la película consigue hacerlo. Sin duda una de las mejores mujer fatal que recuerdo en esto del cine negro. Tan hermosa como perversa. Podría asesinarte mientras jura no estarlo haciendo.
Llegados a este punto surge una rica e interpretable ambigüidad sobre los verdaderos deseos de Markham:
- Sabemos que tiene principios y que desea una vida lejos de problemas al lado de Ann. Sabemos que, en el desenlace, engaña a ésta por su bien. Negar su amor por ella sería difícil.
- Pero también vemos como ese mundo oscuro es aquel al que pertenece realmente y en el que mejor se desenvuelve. Uno, lleno de magnéticas Moffasts, que lo conducirá a la fatalidad más dulce y amarga de manera consciente. Negar el amor que siente por Kathie es igualmente complejo.
La diferencia puede que radique en el tipo de amor que siente por cada una de ellas. El primero es un amor derivado de la pureza y la bondad. El segundo es uno visceral e intenso. Puede que cinco minutos con Kathie Moffat valgan más que una vida con Ann Miller. Quien sabe...
Estéticamente puede decirse que los claroscuros, contrapicados y otros elementos proprios del género definen su forma. Contrapunto menos frecuente es el que otorgan los entornos abiertos y luminosos de Brideport e alrededores. Parte de un todo metafórico que, de la misma manera que ocurre con la figura femenina de Ann, funcionan como promesa utópica de vida estable.
Supongo que en el fondo Markham siempre supo que nunca sería un Bailey.
Jeff Bailey (Robert Mitchum) pasa sus días en la tranquila y alejada Bridgeport (California), donde intenta olvidar el pasado llevando una vida decente. Bailey es en realidad Jeff Markham, ex detective privado. Un tipo duro acostumbrado a patear las calles, frecuentar garitos y relacionarse con todo tipo de gente en un trabajo que fuerza, de tenerlos (y él los tiene), la falta de escrúpulos.
Un día ha llamar a su puerta su antigua vida. Bailay se verá obligado entonces a poner de nuevo el sombrero y la gabardina de Markham. Le confesará a su novia lo que hacía antes de conocerla y partirá con la comprensión de ésta, una enamorada y candorosa Ann Miller (Virginia Huston).
A partir de ahí los pitillos, favoreciendo con su humo ubícuo las atmósferas turbias y románticas de los noir, serán el único amigo fiel al que recurrir. La excepción humana vendrá encarnada por un servicial taxista. Parece que los taxistas acostumbran a ser buena gente en este tipo de cine. Véase aquel de La senda tenebrosa (1947).
El responsable de forzar la vuelta de Markham al barro es Whit Sterling (Kirk Douglas). Encontrar y traer a Kathie Moffat (Jane Greer), fugada con cuarenta de los grandes, será su encargo. El personaje de Douglas, actor siempre sobresaliente, no goza de excesivos minutos en pantalla, pese a todo, proyecta una meritoria y alargada sombra que sentimos con fuerza aún cuando no está en la misma.
Markham dará con Moffat y caerá enamorado. Mismo cuando lo manipule de forma continuada será incapaz de repeler su encanto. Ningún hombre de la película consigue hacerlo. Sin duda una de las mejores mujer fatal que recuerdo en esto del cine negro. Tan hermosa como perversa. Podría asesinarte mientras jura no estarlo haciendo.
Llegados a este punto surge una rica e interpretable ambigüidad sobre los verdaderos deseos de Markham:
- Sabemos que tiene principios y que desea una vida lejos de problemas al lado de Ann. Sabemos que, en el desenlace, engaña a ésta por su bien. Negar su amor por ella sería difícil.
- Pero también vemos como ese mundo oscuro es aquel al que pertenece realmente y en el que mejor se desenvuelve. Uno, lleno de magnéticas Moffasts, que lo conducirá a la fatalidad más dulce y amarga de manera consciente. Negar el amor que siente por Kathie es igualmente complejo.
La diferencia puede que radique en el tipo de amor que siente por cada una de ellas. El primero es un amor derivado de la pureza y la bondad. El segundo es uno visceral e intenso. Puede que cinco minutos con Kathie Moffat valgan más que una vida con Ann Miller. Quien sabe...
Estéticamente puede decirse que los claroscuros, contrapicados y otros elementos proprios del género definen su forma. Contrapunto menos frecuente es el que otorgan los entornos abiertos y luminosos de Brideport e alrededores. Parte de un todo metafórico que, de la misma manera que ocurre con la figura femenina de Ann, funcionan como promesa utópica de vida estable.
Supongo que en el fondo Markham siempre supo que nunca sería un Bailey.
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